De entre las palabras de Monseñor Rubio podemos entresacar:
"El catequista está llamado a ser experto en humildad. Esto quiere decir que sea una persona con especial sensibilidad en todo aquello que afecte a la dignidad humana y a los valores fundamentales de la vida; debe vivir profundamente enraizado en su ambiente, solícito y solidario con la gente concreta de su entorno, dispuesto a compartir sus gozos, angustias y esperanzas, mostrándose particularmente cercano a los pobres y necesitados de cualquier clase y condición".
"El catequista está llamado a ser un experto en la fe de la Iglesia, que conozca suficientemente el mensaje cristiano que trata de anunciar, ha de ser por ello, hombre de la memoria, que recuerda y actualiza para los niños y adolescentes de hoy, la fe de la Iglesia; y, en consecuencia, ha de ser una persona de comunión con la Iglesia universal, católica, que es comunión de comunidades unidas entre sí por el lazo de un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre (Ef, 4, 5-6)".
"El catequista está llamado a ser experto acompañante en el camino, como el peregrino de Emaús, que, a medida que avanza con el grupo, le ayuda, a desentrañar el sentido evangélico de los acontecimientos extraordinarios o a hacer una lectura creyente de las realidades más comunes; es también una persona de la búsqueda compartida, personalizada y creadora. Dicho acompañamiento debe estar ungido por entrañas de misericordia".
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