Lo
más importante que tenemos en la Iglesia
Los niños que van a
hacer este año la Primera Comunión, que son 93, lo saben bien. Que lo más
importante que tenemos en la Iglesia, no son las obras de arte, ni los
edificios, ni el dinero, ni siquiera las actividades... sino que lo más
importante y lo más grande es la presencia de Jesús en la Eucaristía, misterio
de amor y de comunión.
Por eso, este es ya el segundo año, que para adentrarnos
en la preparación a este sacramento tan hermoso, el Sacramento de nuestra fe,
llevamos a los niños a hacer vino y hacer pan. Víctor se encarga de traer las
uvas tintas, y en un barreño echamos las uvas y vamos metiendo niños de
dos en dos, que dando vueltas pisan el fruto preciado, y va saliendo el mosto.
Las uvas, para dar vino, tienen que romperse, ya no queda nada de ellas... y
¡qué rico está luego el mosto y el vino! Romperse, entregarse para ser signo de
alegría y de fiesta.
Lo había en todas las
casas, eran y son alimentos básicos, elementales... y por eso Jesús quiso
quedarse en el pan y en el vino, que son signos del trabajo y el esfuerzo, y la
alegría y la fiesta. Todos querían meter los pies en el barreño, pero no fue
posible, y sólo algunos privilegiados sintieron eso que se siente al pisar la uva.
Después fuimos a la
panadería La Toñi, regentada por Félix y Mª José. Desde que se entra hay un
delicioso olor a pan y a pastas y a magdalenas y... las delicatesen de Mª José.
Allí hacen unas 5.000 barras diarias, y Félix, con tan buen hacer y tan buen
humor como tiene siempre, se levantó para explicar a los niños cómo se hacía el
pan. Porque hay que decir que él duerme de día y trabaja de noche, por eso se
levantó. Les enseñó el trigo, la harina, la amasadora, la reposadora, el
horno... y al final dio a cada uno un trozo de masa y un bollo de pan. Varios
fueron los que al llegar a casa lo acompañaron con un trozo de chorizo. El pan nos
recuerda el trabajo y el esfuerzo de los hombres, el horario del
panadero, la transformación que sufren los granos de trigo... Desde que lo
vemos, ya evoca el cuerpo y la presencia del Señor. Pan y vino sobre el altar
son ofrenda de amor, cantamos de vez en cuando en esta hermosa dinámica, para
no olvidar todo el amor que expresan estos dones, y una vez que se convierten
en el cuerpo y la sangre de Jesús, el mayor amor. También entendieron los niños
lo que significa “ser más bueno que el pan”.
Acompañamos así, con
este gesto a los 93 que van a hacer la Primera Comunión en nuestra parroquia, y
a sus padres y catequistas, que van a renovar con ellos el don más grande y más
importante que tiene la Iglesia: la presencia de Jesús en la Eucaristía.
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