miércoles, 8 de octubre de 2014

Meditación del Card. Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, durante la oración de la Hora Tercia

Emmo. Sr. Card. Lluís MARTÍNEZ SISTACH
Arzobispo de Barcelona (España)
Lunes 6 de octubre de 2014
Estamos reunidos en el nombre del Señor para servir al pueblo de Dios con la celebración de esta Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos. El papa Francisco nos ha convocado para un trabajo eclesial y lo iniciamos alabado al Señor con la oración de los salmos.
Esta mañana, el apóstol Pablo, en el pasaje de la segunda carta a los Corintios, que hemos escuchado, nos da las recomendaciones que tiene el espíritu y muestran el estilo de nuestro trabajo en estos días de la Asamblea sinodal.
A partir de la segunda carta a los Corintios, el apóstol derrama todo su corazón de nuevo en los fieles de la Iglesia instándolos a vivir en su propia fraternidad de cristianos, que proporciona la paz y la unidad entre ellos (cf. 1Cor 1,10- 17). Y San Juan Crisóstomo predice lo que será el resultado: “Vivid en la unidad y en la paz, y Dios estará con vosotros, porque Dios es un Dios de amor y un Dios de paz, y no pone sus delicias. Su amor producirá su paz y todo el mal será desterrado de su iglesia” (Homilía sobre la 2 Corintios30).

Nuestro trabajo sinodal es un servicio eclesial y debe ser plenamente evangelizador porque, como nos recordaba Pablo VI, la Iglesia existe para evangelizar. Compartimos la alegría del Evangelio y la alegría de evangelizar, según lo escribe el papa Francisco en la Exhortación Apostólica Envengelii Gaudium. Es la alegría que desea el Apóstol: alegraos. Jesús nos ha dado todas las cosas que ha oído de su Padre (Jn 15,15), y esta es la razón más profunda de nuestra alegría. Así dice el mismo Señor: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15, 11). Es también la alegría de transmitir estas cosas que Jesús nos dijo, para lo que los demás tengan una alegría completa. El Papa dice que es “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (EG 9).
La alegría es una característica esencial de una vida verdaderamente cristiana; la alegría que viene de la fe en que Dios nos ha perdonado y siempre está dispuesto a perdonarnos si no nos cansamos de tomar refugio en su misericordia y pedimos perdón por nuestros pecados, debilidades y omisiones.
Recuperemos y aumentemos el fervor en la evangelización “incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 75, citado en Evangelii Gaudium, 10).
El Papa nos ha llamado a la reflexión, el diálogo y el debate sobre los retos de la familia en el contexto de la evangelización. Para realizar esta tarea, el apóstol Pablo nos pide exhortar al Espíritu Santo para que nos ilumine en el trabajo sinodal para el bien de las parejas y de las familias porque, como nos dice el Concilio Vaticano II, “el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (Gaudium et Spes, 47).
Pablo nos aconseja que en las contribuciones y en el diálogo mantengamos los mismos sentimientos, las mismas convecciones alegres y agradecidas por ser miembros de la Iglesia una y única de Jesucristo, extendida de oriente a occidente. Que podamos tener los sentimiento del Buen Pastor que cuida de las noventa y nueve ovejas y va en busca de la oveja perdida, conscientes del hecho de que hoy en diversas latitudes de la Iglesia el número se está invirtiendo, y que podamos tener también los sentimientos del buen samaritano que mira al herido, se acerca a él y lo ayuda, ofreciéndole lo que necesita en ese momento para recuperar la salud.
El consejo del apóstol Pablo de “vivir en paz” siempre es útil. Hablaremos de la belleza de la familia que Dios ha creado y que Cristo ha elevado a sacramento y tendremos presentes a las familias que no han conseguido vivir la belleza de la íntima comunidad de vida y de amor en su matrimonio. Y como buenos pastores y buenos samaritanos haremos todo siguiendo este consejo paulino, que el Dios del amor y de la paz esté con nosotros y bendiga nuestro trabajo sinodal para poder ofrecer al papa Francisco nuestros consejos de amor y de paz que lo ayuden en su ministerio de sucesor de Pedro por el bien de toda la Iglesia de Jesucristo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario