sábado, 28 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa





















Hace gracia ahora la llamada del Papa Francisco a la Iglesia, para que seamos una “Iglesia en salida”, que parece se contrapone con una “Iglesia en casa”. Pero también otro Papa, Pablo VI, en el año 1975, parece que se adelantaba a su tiempo cuando en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi afirmó que los Medios de Comunicación Social son como una versión “moderna y eficaz del púlpito. Gracias a ellos se puede hablar a las masas”.
     Los catequistas, ahora, confinados en nuestras casas, deseamos mantener encendida la llama del Sagrario, lugar desde donde se nos irradia el Mensaje del cual somos portadores para nuestras parroquias y, también, para nuestros familiares, vecinos, compañeros, etc. para el mundo entero. Seguimos siendo –aun así– como los antiguos profetas: heraldos y pregoneros de la Buena Noticia. Para ello no escatimamos medios, por eso desde nuestras casas podemos y debemos ser esa “Iglesia en salida” que nos recomienda Francisco.
         Y no será por falta de medios, porque nos encontramos en la era de internet y todo lo bueno que la red nos ofrece lo podremos y lo deberemos usar como medio de evangelización. Recordemos las recomendaciones del Papa Juan Pablo II y Benedicto XVI en relación a la Nueva Evangelización que precisa nuestro mundo, la cual habrá de ser: “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”. Este tiempo nuestro nos ofrece una gran riqueza de mediaciones que habrán de desarrollar nuestra creatividad evangelizadora. Pero la oración es la mediación entre Dios y los hombres más eficaz: “igual que un amigo habla con otro amigo”, así hablan Dios y el hombre. Y para hablarles a los hombres de Dios, antes habremos de hablar con Dios. Entones, después de este coloquio “tú y Él”, podrás servirte del medio que nos resulte más eficaz para hablar de Él a ellos, en cada momento.
         Estos días los sacerdotes intentamos seguir en contacto con nuestros fieles y lo hacemos como sabemos y podemos, pero en el fondo porque nos echamos de menos. Quizás nos han formado mucho en el saber filosófico y teológico, incluso en el pedagógico, pero nos falta –o al menos así lo acuso yo– poder recrear más la dimensión tecnológica, para poder dar más de sí con todos los aparatitos que nos rodean. El Espíritu que sopla para hacer nuevas todas las cosas nos inspira en cada momento para poder afrontar este estado también de misión. Lo que es cierto, por lo que me va llegando, en estos momentos duros y de mucho aburrimiento, es que se agradece que alguien hable de Dios, de que no nos abandona, de que en Él tenemos puesta toda nuestra esperanza y que el amor por Él nunca defraudará. Y esto, especialmente si se hace de una forma visible, mejor.
         Y el hecho de que se suspenda la catequesis presencial no quiere decir que se suspenda todo lazo entre la vida familiar y la eclesial. No olvidemos que el hogar es “Iglesia doméstica” y los catequistas no podemos prescindir de los medios que conocemos para que en este “estado de retención y alarma” nos podamos seguir vinculando unos a otros: enviando correos que aporten datos, pistas, recursos, enlaces, etc. que puedan mantener viva la antorcha de la Iniciación cristiana, es decir, que fluya el acompañamiento, dando esta vez toda la responsabilidad a los padres, como principales educadores de la fe de sus hijos.
         En este sentido la parroquia habrá de ser una red de redes, comunidad de comunidades, que ahora gracias a la red podremos estar más unidos ya que nos resulta imposible convocarnos presencialmente. No olvidemos las distintas imágenes que nos ofrece el Evangelio para hablarnos de la Iglesia, por ejemplo: una vid, unos sarmientos. Por eso esperamos el día de la Pascua, en el que encenderemos el Cirio Pascual y cantaremos “Luz de Cristo” porque habremos pasado de las tinieblas a la luz, y celebraremos que Jesucristo venció a la muerte, al pecado que nos postra y subyuga. Hasta entonces, ansiamos el día en el que hayamos pasado por todo el dolor y la prueba, por los momentos de agonía y Getsemaní, para poder celebrar todos juntos que Jesucristo está vivo, que en Él habremos de poner toda nuestra esperanza.

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