Hoy presidido la Eucaristía en la Capilla del Colegio "Patrocinio San José" que las Religiosas de Jesús Redentor tienen en nuestra ciudad de Valladolid. En dicha celebración Sor Bernardita Villarejo Álvarez renovó su profesión religiosa después de 50 años de fidelidad y amor al Señor. Bernardita ha intercalado su tarea como maestra en el colegio con la misión de dar catequesis en parroquias como La Flecha y Cigales. También realizó un servicio de atención en el despacho de la Delegación diocesana de catequesis en el arzobispado de Valladolid.
En dicha celebración se han reunido las dos comunidades que estas religiosas tienen en España: Valladolid y Fariza (Zamora).
"La Congregación de las Religiosas de Jesús Redentor fue fundada en Francia a finales del siglo XIX, por Victorine Le Dieu quien, atraída por el amor infinito de Dios hecho don en la eucaristía, descubrió la llamada a colaborar con Cristo en la obra de la Redención. Hoy en día, la Congregación de las Religiosas de Jesús Redentor vive la misión de reconciliación y reparación en España, Italia, Colombia, Francia, Romanía, Nigeria y El Congo estando presentes entre los niños abandonados, explotados y maltratados, entre los marginados por cualquier situación, en la cárcel, en las casas de oración, en las misiones, en la educación y abiertas a todo sufrimiento que desfigura el rostro de Cristo en los hermanos".
HOMILÍA: Acabamos de escuchar la Palabra de Dios, que pretende ser luz para nuestros pasos. Estas lecturas, bien escogidas, bien traídas, nos hablan de Dios, son su Palabra, pero ellas, Bernardita, te reflejan y hablan de ti. La Palabra de Dios contiene la Historia de la Salvación de Dios. Ella está llena de alianzas y, también de rupturas, de pasos hacia delante y pasos hacia atrás, de levantamientos y caídas, de relatos de vocación, de anuncios, de tristeza, de alegría, de esperanza, de nacimientos y de muerte, de amigos y de enemigos, de parábolas y de milagros, misericordia y perdón, etc. Ella nos habla del Dios que nos salva, la Luz que nos ilumina. Ese Dios que se encarnó en un hombre como nosotros, libre del pecado y de la muerte, que se nos da como Pan único y partido, que nos anima a imitarle, a ser como Él, santos y santas de Dios. Te hablo de la Historia de la Salvación de Dios para los hombres, donde están presente todos los personajes de los que nos habla esta Palabra, pero ahí estás tú también, estoy yo, estamos todos nosotros; y, en todos, absolutamente en todos, se repiten los mismos hechos.
Bellas palabras, hermana, las del profeta Oseas: Dios también ha hecho contigo una alianza perpetua; un desposorio, similar al que realizó Dios con su Pueblo, y hace con cada uno de nosotros si nos dejamos. Tú relación con Dios es una relación íntima, que contiene mucho de desierto, especialmente en esta época de la vida, que habrás de pedirle al Señor que te ayude a sentir el Amor en este momento de tu vida. El amor de los jóvenes, no es como a la edad madura, ni mucho menos a la edad anciana, pero la fidelidad puede ir a más, como ese vino que se reserva, y esa comida que se hace a fuego lento. Ojalá puedas descubrir en tu vida el don de la adoración y la contemplación, para que puedas sostener, también, a la Iglesia, a tu congregación, a tu comunidad y esta obra apostólica, a este barrio, etc. al mundo entero.
Porque a eso te anima el salmista con su oración: a que escuches, a que apliques sentidos a todo cuanto vives. Ojalá puedas mirar, gustar, oler, tocar, oír, e incluso ese sexto sentido que tenéis las mujeres, puedas hacerlo como Dios. Así podrás relativizar tantas situaciones que te vendrán en la vida, que te vendrán a ti, pero que nos vienen a cada uno de nosotros; relativizar en el sentido de dar importancia a las que se lo merezcan y a las que no a que ejercites el toreo de pasar, de pasar de la tentación y el pecado. Pues de ti, como de todo fiel cristiano, se espera la alegría de nuestra conversión: ojalá, como para San Pablo, para nosotros “vivir sea solo Cristo, y todo lo demás lo estimemos en nada, basura”.
Querida hermana, insisto en las palabras del salmista que hablan de belleza, esa belleza que te caracteriza, la de la bondad, la de la cercanía de Dios y estar al tanto de las personas que quieres. La belleza está en el interior y esta muchas veces es envidiable, por cierto, la envidia la lacra de la humanidad, Dios nos libre a todos de este mal.
Por último, te animo a que, como las vírgenes del Evangelio, las doncellas, tengas siempre prendida la lámpara. Esa es la actitud del tiempo del adviento, que seas capaz de descubrir la acción de Dios, especialmente en la vida de todos los días, en la vida con tus hermanas, en la necesidad que tiene el mundo de Él, de tantas y tantas formas. No ser necia no implica ser hombre o mujer de prejuicios y perspicacias, si no con la lámpara encendida, pendiente de Dios, pendiente de su Presencia, para darle gracias y sentir su Amor.
Dios te siga bendiciendo y que tú sientas su bendición. Te agradezco la invitación a estar aquí, especialmente a participar de tu alegría que es alegría de Dios y de toda la Iglesia.
Bellas palabras, hermana, las del profeta Oseas: Dios también ha hecho contigo una alianza perpetua; un desposorio, similar al que realizó Dios con su Pueblo, y hace con cada uno de nosotros si nos dejamos. Tú relación con Dios es una relación íntima, que contiene mucho de desierto, especialmente en esta época de la vida, que habrás de pedirle al Señor que te ayude a sentir el Amor en este momento de tu vida. El amor de los jóvenes, no es como a la edad madura, ni mucho menos a la edad anciana, pero la fidelidad puede ir a más, como ese vino que se reserva, y esa comida que se hace a fuego lento. Ojalá puedas descubrir en tu vida el don de la adoración y la contemplación, para que puedas sostener, también, a la Iglesia, a tu congregación, a tu comunidad y esta obra apostólica, a este barrio, etc. al mundo entero.
Porque a eso te anima el salmista con su oración: a que escuches, a que apliques sentidos a todo cuanto vives. Ojalá puedas mirar, gustar, oler, tocar, oír, e incluso ese sexto sentido que tenéis las mujeres, puedas hacerlo como Dios. Así podrás relativizar tantas situaciones que te vendrán en la vida, que te vendrán a ti, pero que nos vienen a cada uno de nosotros; relativizar en el sentido de dar importancia a las que se lo merezcan y a las que no a que ejercites el toreo de pasar, de pasar de la tentación y el pecado. Pues de ti, como de todo fiel cristiano, se espera la alegría de nuestra conversión: ojalá, como para San Pablo, para nosotros “vivir sea solo Cristo, y todo lo demás lo estimemos en nada, basura”.
Querida hermana, insisto en las palabras del salmista que hablan de belleza, esa belleza que te caracteriza, la de la bondad, la de la cercanía de Dios y estar al tanto de las personas que quieres. La belleza está en el interior y esta muchas veces es envidiable, por cierto, la envidia la lacra de la humanidad, Dios nos libre a todos de este mal.
Por último, te animo a que, como las vírgenes del Evangelio, las doncellas, tengas siempre prendida la lámpara. Esa es la actitud del tiempo del adviento, que seas capaz de descubrir la acción de Dios, especialmente en la vida de todos los días, en la vida con tus hermanas, en la necesidad que tiene el mundo de Él, de tantas y tantas formas. No ser necia no implica ser hombre o mujer de prejuicios y perspicacias, si no con la lámpara encendida, pendiente de Dios, pendiente de su Presencia, para darle gracias y sentir su Amor.
Dios te siga bendiciendo y que tú sientas su bendición. Te agradezco la invitación a estar aquí, especialmente a participar de tu alegría que es alegría de Dios y de toda la Iglesia.
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