martes, 4 de septiembre de 2018

Carta del Cardenal Arzobispo de Valladolid al comienzo del Curso 2018 - 2019: Comienzo del Curso Pastoral e Iniciación cristiana

Después de unos día de descanso empezamos el nuevo curso pastoral. A veces nos cuesta un esfuerzo particular pasar del reposo al trabajo; pero es bueno que desde el principio nos pongamos manos a la obra. La decisión sin remolonear y el inicio sin desplazarlo al día siguiente despiertan nuestro espíritu y acrecientan la disponibilidad. Digamos al Señor: ¡Aquí estoy porque me has llamado!  La oración nos ayuda a emprender nuevamente el camino. 

Para el presente año pastoral queremos subrayar el trabajo sobre la iniciación cristiana, según hemos acordado en el último Consejo del Presbiterio. 

-               Deseamos revisar la aplicación del Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana aprobado hace algunos años de cuyo alcance y capacidad de orientación estamos cada día más convencidos. Constatamos que si fallan los cimientos que proporciona la iniciación cristiana todo el edificio que deseamos levantar con la vida cristiana y la vocación específica es muy endeble. La iniciación cristiana es la asimilación personal y comunitaria de lo que constituye el ser cristiano, a saber, “la profesión de la fe”, “la celebración del misterio cristiano”, “la vida en Cristo” y “la oración cristiana” según titula el Catecismo de la Iglesia Católica. ¿Qué creemos? ¿Qué celebramos en la liturgia? ¿Cómo debemos vivir los discípulos de Jesús? ¿Cómo es la oración de los hijos de Dios? Puede haber formas diferentes, desde un punto de vista pedagógico, de iniciación cristiana; pero necesitamos que sea auténtica iniciación y sólida iniciación. Puede resistir, cuando soplan vientos y descargan aguaceros, lo que está edificado sobre roca (cf. Mt. 7,24-27). En la iniciación cristiana es necesario que la escucha de la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la catequesis con el Catecismo de la Iglesia se den la mano. Para la iniciación cristiana, para madurar como cristianos, no bastan algunos conocimientos sueltos o diversas informaciones sobre el Cristianismo y la Iglesia. Necesitamos que podamos dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza (cf. 1Ped. 3,15). La iniciación cristiana comporta encuentro personal con Dioso experiencia de la fe, conocimiento de la feo saber qué creemos y por qué creemos y vida como cristianoso de otra forma que la fe actúe a través de la caridad. La instrucción sin la vivencia personal puede quedar en el aprendizaje de algunas nociones; la experiencia sin con- tenidos se diluye y la fe sin obras es una fe muerta (cf. Sant. 2,17). La iniciación cristiana abre el camino a una forma de vivir siguiendo la enseñanza de Jesús y con la fuerza de su Espíritu.  La fe y la oraciónestán íntimamente unidas; oramos porque creemos y hablamos con Dios porque le reconocemos como nuestro Padre del cielo. La oración es como el oxígeno para la fe; la oración despierta la fe, anima la fe, fortalece la fe. El cristiano adopta la misma actitud ante Dios a través de la fe y de la oración. Nos abrimos a Él, confiamos en Él, nos entregamos a Él, solicitamos su amor y su presencia en el camino de la vida. Si un niño ve a sus padres rezar, aprende a rezar y a creer, ya que la fe se transmite por la oración. Asimila una actitud que le abre a una relación con Dios lo cual es muy importante para él porque percibe que es muy importante para sus padres, en cuyo hogar va aprendiendo todo.


-               Para la iniciación cristiana es vital la familia. Los padres transmiten la fe por la compañía en los sacramentos de la iniciación, por su ejemplo, por la oración, por las catequesis ocasionales o más dete- nidas, por la explicación de lo que acontece, por los signos de la fe que ve en su casa, por la participación en las celebraciones litúrgicas y en las manifestaciones de la piedad popular. Para el despertar religioso y la iniciación posee un hondo sentido hasta lo más sencillo. La iniciación cristiana es como la prolongación de la vida; podemos decir que es una tarea maternal y paternal. Si los padres de familia no cumplen esta preciosa misión, otros los suplantarán. Que vean los padres si esas instancias son convergentes con su forma de pensar o si obstaculizan lo que quieren transmitirles realmente. Los padres son insustituibles en la iniciación y educación de sus hijos, aunque necesiten colaboradores en el encargo más bello de su condición de padres. Los catequistas necesitan el apoyo de la familia para prestar el servicio que generosamente quieren cumplir. 

-               Termino esta carta en el comienzo del curso pastoral recordando tres realidades que deben relacionarse estrechamente: Iniciación cristiana, continuidad perseverante y comunidad de hermanosen la fe. La iniciación cristiana por su mismo sentido debe tener una continuidad. La confirmación, en que concluyen los sacramentos de la iniciación, no es el sacramento de la despedida y del adiós. Somos iniciados para vivir cristianamente; por el sentido de la misma palabra se entiende que la iniciación introduce en un camino que debe ser tan largo como la misma vida. ¿Por qué se rompe tan fácilmente la continuidad, después de la iniciación? ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo debemos continuar? La vida es siempre tiempo de maduración personal. La continuidad será más fácil participando en una comunidad, en un grupo. Si nos aislamos, somos candidatos a la dispersión y a que languidezca lo que hemos recibido en la iniciación cristiana. ¿Por qué no intensificamos los esfuerzos para constituir y consolidar la renovada Acción católicade adolescentes, jóvenes y adultos?. 


Queridos amigos, os deseo un curso pastoral fecundo. Acudamos con prontitud y esperanza al tiempo de gracia que el Señor abre delante de nosotros. ¡Santa María, ven con nosotros al caminar! 

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