
D. Antonio Ávila Blanco, profesor del Instituto de Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid nos anima con su experiencia y conocimiento.

Está claro que pasamos de una Iglesia de mayorías (de cristiandad) a uno de minorías (con proyecto familiar con responsabilidad). En medio de este tiempo, los catequistas ni los maestros no son responsables de la educación cristiana de los hijos, sino los padres; habremos de ser muy cautelosos para no entrometernos. En el calor del hogar es donde primeramente se recibe la transmisión de la fe, donde lo importante no son las verdades de fe sino abrirnos a la experiencia (cf. Papa Francisco).


Nos encontramos en una sociedad muy globalizada, donde los medios (las redes sociales) tienen una importancia crucial. Aquí hay un tema muy importante que es el de la postverdad, que no es la mentira, sino que tenemos distintas perspectivas sobre la verdad. Hay una gran capacidad para cambiar la verdad y decir lo que yo quiero decir, falta la objetividad de la información.
Vivimos, igualmente, una cultura de indiferencia, no solo religiosa, sino "en general". Y esto se percibe de igual modo en la gran ciudad como en los pequeños pueblos. Vivimos en un tipo de sociedad, en el que ya no hablamos de los marginados sino de los excluidos (cf. Papa Francisco). Esta indiferencia es como una niebla, está en el ambiente; y también nos afecta a nosotros, que estamos muy preocupados en el quehacer y nos falta mucho lo verdaderamente importante, el estar con la gente o como diría el Papa, "oler a oveja".
En nuestra sociedad no está puesto en crítica Dios, sino el Dios cristiano. Hay búsquedas de espiritualidad en nuestra sociedad, se busca en lo oriental especialmente, parece más exótico, sin embargo el Dios cristiano está crucificado y como diría F. Nietzsche es una espiritualidad sátira.
Pero ciertamente es una cultura más globalizada y más sensible a algunos temas: lo ecológico, la mujer, la paz, etc. Lo que pasa que muchas veces siendo sensible no quiere decir que sea militante. Quizá pareciera como que esta sociedad esperara un mesías nuevo.
Está situación para el cristianismo no tiene porqué sentirse como algo dramático, sino que da pie a un cristianismo de compromiso. El cristianismo nació como minoría cognitiva y no como en tiempo de cristiandad. Esto es lo que hace que los cristianos personalicemos la fe. Un cristianismo en minoría supone unos cristianos identificados seriamente con el Proyecto del Evangelio. Aunque nuestra vida tenga mucho de contracultural (descubriendo los signos de los tiempos), de denuncia profética, lo que vivimos tiene que desestabilizar a nuestros conciudadanos. Necesitamos pasar de una fe vivida en régimen de cristiandad a una fe vivida en régimen de minoría, esto no puede ser si nuestro cristianismo se vive de forma individualista, necesitamos vivir en comunión o fraternidad, o es inviable. El H. Carlos de Foucauld siempre añoró vivir en fraternidad, lo que no llegó a ver, sus seguidores sí. El joven Raztinguer decía: "tan importante es decir Padre, como nuestro". Es lo que el Papa Francisco ha dado en llamar: "discípulos misioneros". Que no se vive como algo que cuesta sino como una gracia de Dios; una experiencia gozosa, nacida desde nuestro interior.
Desde este marco es de dónde nos tenemos que preguntar hacia dónde debe orientarse nuestra catequesis. Toda catequesis familiar tiene como objetivo crear comunidades de cristianos adultos, capaces de vivir de una manera nueva, creciendo de forma natural, en medio de una cultura que ya no está (la de cristiandad). Porque sino tendremos una catequesis para orientar actos sociales. Es más importante la fiesta social que todo lo demás. ¿Qué es lo que tenemos que potenciar y hacia dónde debemos de ir? Aunque sea un "tributo" este que debamos pagar, tenemos que tener claro los acentos que queramos marcar.
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