jueves, 5 de octubre de 2017

LA LEY DE DIOS


            En el Antiguo Testamento los creyentes creían mantener una buena relación con Dios en la medida que cumplían una serie de preceptos. La ley era mediación entre Yahvéh y los hombres. Cumplir las leyes era sinónimo de estar en buena relación con el Señor. La ley tenía mucha importancia para ellos hasta tal punto que los cinco primeros de la Sagrada Escritura, el Pentateuco, contiene la ley, la ToRàH.

            Jesucristo no abolió la ley judía sino que la dio un nuevo cumplimiento: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud” (Mt 5, 17). Par los cristianos, la mediación entre Dios y nosotros pasa por Jesús el Señor; Él es nuestra Norma, el Amor.

            Desde esta concepción cristiana el ser humano prevalece ante cualquier norma (“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”: Mc 2, 27), el Amor es el exponente máximo en nuestro marco de convivencia.

            Los niños, en catequesis, se inician en diversos aspectos que tienen que ver con la relación con Dios y el prójimo, es lo que el Catecismo denomina como “moral”. Los adultos (padres, abuelos, padrinos, comunidad cristiana en general, etc.) somos responsables de comunicar a los más pequeños aquellos aspectos que son propios de nuestra convivencia cristiana. Nos tenemos que implicar para contagiar la experiencia de vivir con alegría nuestra fe y el deseo hondo de compartirla con los hermanos. Y, por el contrario, desechemos todo tipo de cumplimiento rígido, amoral, que no da testimonio ni provoca intimidad con el Jesús el Señor.

            Los más pequeños aprecian que sus papás les acompañen cada domingo a la iglesia para celebrar el Día del Señor, cuando se interesan por lo que hacen durante la catequesis, cuando les narran experiencias cristianas que ellos vivieron, cuando la familia se integra en las actividades que propone la parroquia, etc.

Ellos son eso, niños, están comenzando a descubrir el estilo propio de los cristianos. A veces pretendemos que nuestras celebraciones, llenas de niños, se viva el silencio de una biblioteca mientras se canta “La Misa es una fiesta muy alegre…”. La ley de Dios es para todos, pero se debería adaptar a cada circunstancia, a cada persona. Dios así lo dispuso al tratar con: Marta y María, María Magdalena, los leprosos, fariseos y publicanos, etc. Fijémonos en Él, pues en Cristo está la medida de nuestra horma.

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