Si el mes de mayo invita a la Iglesia a mirar a María, en junio la mirada se centra en Jesús el Señor. Nuestra diócesis celebra con gozo todos los años este tiempo, invitando al pueblo de Dios a la identificación plena con la humanidad de Dios, expresada en su corazón.
En la catequesis transmitimos la Palabra de Dios que es Jesús mismo, “por eso, la catequesis –toda ella- está referida a Él” (DGC 98). El mensaje de la catequesis es totalmente cristocéntrico. Nuestra tarea primordial es mostrar el rostro de Cristo, que se encuentra en centro mismo de la historia de la salvación. Para un cristiano conocer internamente a Jesús el Señor conlleva ser Testigo del Señor en medio de la historia que vive. En este sentido, las palabras que utilizamos en la catequesis no son nuestras, por estar insertados en Cristo, sino del que nos ha enviado (cf. Jn 7, 16). Nosotros somos depositarios y, por tanto, nos exige a la catequesis a transmitir lo que Jesús el Señor nos enseña a cerca de Dios, del hombre, de la felicidad, de la vida moral, de la muerte,… siendo fieles a las enseñanzas recibidas.
Jesús, corazón de la catequesis, siempre en su referencia a la confesión de la fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo (cf. DGC 99). “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana” (CCE 234; cf. CCE 2157). Precisamente, la identificación máxima con Jesucristo pasa por la pasión que Él siente por su Padre. La pasión, muerte y resurrección del Señor es el misterio de nuestra fe que vivimos diariamente o dominicalmente en la Eucaristía : comunión con Cristo. Una buena relación con Él nos capacitará para tener una sincera relación con su Cuerpo.
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