viernes, 12 de junio de 2015

EL CORAZÓN DE CRISTO

Durante el mes de mayo, que suele coincidir con el tiempo de la Pascua, muchos niños y niñas de nuestra diócesis recibirán por primera vez a Jesús en la Eucaristía. Tal y como se indica en nuestro Directorio Diocesano de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana el período previo a recibir este sacramento no se improvisa sino que se prepara “cuiadosamente” y en el que “intervienen en el proceso de Iniciación a este sacramento: sacerdote, padres, catequistas, padrinos y niños” (nº 50).

Para los adultos, para la comunidad parroquial en general, resulta muy grato acompañar a los niños hasta el altar. Ellos, dóciles a la llamada de Dios, tienen la necesidad de sentir la presencia de Jesús el Señor que desea habitar para siempre en su corazón. Y como niños que son, lo viven con la ingenuidad característica de esta edad.

Sería muy bello que los iniciados de la comunidad aportáramos nuestro propio testimonio a todos estos niños, que los mayores viviéramos con la fuerza del Espíritu la responsabilidad de ser Testigos del Señor. “Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado” (Hch 4, 33).

Una comunidad que no vive el compromiso de su fe se parece a aquellas “vacas que se quedan mirando el tren”. La falta de referentes cristianos, la ausencia del sentimiento de pertenencia a la Iglesia particular, muchas veces, da como resultado una pastoral que no enraíza a los fieles en la parroquia, que no vive la comunión de la que nos habla el evangelista sobre la vid, los sarmientos y los frutos (cf. Jn 15, 1-8).

Bastaría con escuchar la Palabra de Dios con atención, con docilidad, conservándola en nuestro corazón (cf. Lc 2, 52), para atender la voluntad divina.


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