viernes, 6 de junio de 2014

¿FIN DE CURSO?

               
Nosotros, los cristianos, ¿podemos hablar de “fin de curso”?
            Ciertamente nuestra sociedad civil se rige bastante por el curso escolar: septiembre viene a ser el mes del comienzo y junio el final. Las vacaciones de los niños condicionan en cierta medida la vida de sus padres, y estos han de encajar sus obligaciones con el tiempo libre de sus hijos.
            Este paréntesis estival también le afecta a la vida parroquial, que verá reducida el número de sus actividades pastorales, así como el número de fieles en participar en la Eucaristía Dominical. Las familias que se hacían más presentes mientras que los niños estaban en catequesis, en el mejor de los casos tan solo cambiarán de aires, pero en el peor, darán vacaciones a Dios.
            Los cristianos católicos tenemos un calendario de referencia en el que no hay vacaciones para el seguimiento del Señor, lo cual no quiere decir que no tengamos derecho a disfrutar de unos días de descanso. Si nosotros nos vamos, Jesús se va con nosotros, porque vive –también- dentro de nosotros.
            Nuestro calendario es litúrgico y es cíclico, nunca se acaba, comienza en las vísperas del primer domingo de adviento para volver a empezar en el adviento. Adviento nos prepara para la Navidad y Cuaresma para la Pascua y entre tanto vivimos un tiempo ordinario, en el que saboreamos la vida pública de Jesús, y nuestra vida cotidiana la contrastamos a la luz del Evangelio donde se nos narra la vida de Jesús.
            Es triste que nuestras catequesis a veces se vean un poco empobrecidas por la falta de participación en los momentos más fuertes de la vida de un cristiano: Navidad y Pascua.
            Ojalá podamos descubrir la buena y estrecha relación que habrá de haber entre la familia, la parroquia y la escuela; pues desde cada una de ellas podremos “invertir” en nuestra fe que nos hace más felices. A estas tres plataformas evangelizadoras les corresponde suplir todas las carencias que hoy en día encontramos en nuestra sociedad.
Allí donde estemos llevemos a Cristo, demos testimonio alegre de nuestra fe en Jesucristo vivo y presente en nuestro mundo.

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