lunes, 23 de septiembre de 2013

Carta a los catequistas - sin vosotros no hay catequesis

Queridos catequistas:
Si la catequesis es mediación, vosotros sois los mediadores. Sin vosotros no sería posible el diálogo que se establece entre los dos interlocutores que en ella se comunican: el amor de Dios, manifestado en su Hijo Jesucristo, y todos aquellos que le han conocido por el don de la fe y necesitan ahondar en esa maravillosa relación en la que, por gracia, han tenido la suerte de participar. En ese maravilloso diálogo vosotros sois mediadores activos: sois testigos de la fe para aquellos a los que acompañáis en la catequesis.
Cada uno de vosotros encarnáis la experiencia cristiana que invitáis a hacer en la catequesis. Eso supone que en cada uno de vosotros se ha plasmado la fe pensada, celebrada, vivida y rezada y, sobre todo, que la fe que profesáis con vuestros labios ha pasado por el corazón. No podríais ser catequistas si la fe que compartís no hubiera hecho previamente el diseño de vuestra vida cristiana; es decir, si no ha iluminado nuestra razón, si no ha ido creando en nosotros una profunda mentalidad evangélica, si el amor de Cristo no es el motor de vuestros actos, si la fe no es la verdad que alegra vuestra vida. Damos lo que somos y ofrecemos lo que nos ha sido dado. La sabiduría cristiana no se puede improvisar; proviene de la experiencia milenaria de la vida de la Iglesia, pero actualizada en la vida de cada catequista.
En efecto, la fe que trasmitís es la fe de la Iglesia; es la Iglesia la que os envía y es en ella, en su misión, donde acompañáis a otros en su madurar como cristianos. Colaboráis con la Iglesia doméstica, con la familia, y lo hacéis en vuestras comunidades cristinas. En las parroquias compartís la misma fe que profesaron los apóstoles, la que se ha ido enriqueciendo a lo largo de la historia y la fe común que compartimos fielmente los católicos de este tiempo. Sois testigos de un saber, de un celebrar, de un vivir, de un rezar común. Y lo hacéis porque os sentís llamados por el Señor a asumir esta responsabilidad.
Eso implica que habéis de tomaros muy en serio vuestra preparación para la tarea que se os ha encomendado. Esa tarea, como sabéis muy bien, es muy rica y abarca diversas facetas: es doctrinal, es pedagógica y también es espiritual. La formación doctrinal la actualiza el catequista con una asimilación en profundidad del Catecismo de la Iglesia Católica, que os ha de ayudar en la actualización de vuestro conocimiento de la fe. En él os adentráis en el credo, los sacramentos, la vida cristiana y la oración, que son los cuatro pilares sobre las que se asienta una formación integral de la vida de fe.  Sin habernos empapado de la fe que propone el catecismo, no podemos transmitir la fe de la Iglesia con toda garantía. En sus páginas se recoge completa la iniciativa amorosa de Dios en nuestro favor.

Es evidente que para dar toda esta riqueza en la catequesis, se necesita también la habilidad que nos dan las actitudes pedagógicas y los  recursos didácticos. Pero sin olvidar que la catequesis es una relación de amor y de servicio, por lo que hay que evitar caer en la tentación de pensar que se hace bien o mal sólo por su correcta y mecánica ejecución.
Para que todo en la catequesis esté bien encauzado, habréis de saber que la fuente de lo que hacéis tiene su origen en vuestra vida espiritual. Lo que habéis recibido en la Iglesia como luz de vuestra razón y fuerza de vuestra vida, lo que dais a los chicos y chicas a los que acompañáis en la catequesis, todo eso ha de estar sólidamente asentado en tu vida de fe, en tu vida en Cristo. Sólo así evitarás desviarte de la razón fundamental de vuestra preciosa misión: en la catequesis ofreces el amor y la salvación de Dios que nos viene por Jesucristo.
Y todo lo has de hacer poniendo especial cuidado en que ni Jesús, en toda su verdad, ni la vida de los que catequizas estén ausentes de la catequesis. Si para ser fiel a la experiencia de vida de los que acompañas le das de lado a la verdad y a la riqueza del mensaje de Jesús, les engañas; y si ofreces mucha y completa buena noticia, pero no la haces caer en la tierra que cultivas, tampoco se puede hacer vida. Esta doble fidelidad es siempre imprescindible en la catequesis. Dad siempre a Jesús, pero sed muy conscientes de que hay que hacer las cosas de tal modo que llegue a convertirse en experiencia de vida en la razón, en los sentimientos, en las actitudes, en los actos concretos. La doctrina ha de cristalizar en una mentalidad de fe.
En la catequesis hemos de cuidar de que la experiencia humana se vaya convirtiendo poco a poco en cristiana. Ese poco a poco se logra a lo largo de los años en los procesos catequéticos, especialmente en la iniciación cristiana. Con la riqueza y armonía de la fe, que es iniciativa y gracia, tenemos que ofrecer a la vida de nuestros adultos, jóvenes y niños las actitudes fundamentales de la experiencia cristiana: la confesión de fe, la adoración, la gratitud, el celo apostólico, el fervor religioso, el servicio, la generosidad, la fraternidad, la búsqueda del bien, la verdad y la belleza…Con palabras, gestos, actitudes, actos de fe y de amor, inquietudes espirituales y pastorales y sociales…con todo se afianza la experiencia de la fe.
Queridos catequistas, os lo repito: sin vosotros no hay catequesis. El Señor os necesita como sus mediadores en el servicio de la fe.
Con mi afecto y bendición.

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia

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